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FAKARAVA. Archipiélago Tuamotu.



El día 21 de Abril después de comer, llegamos a Rotoava, la parte norte de Fakarava, el segundo atolón más grande de las Tuamotu.

Precisamente ese día pescamos una barracuda poco antes de entrar a la laguna, que sirvió de comida para la mayoría de la tripulación.

Yo he decidido no comer pescado si no es atún, ya que en esta zona existe la ciguatera.

La ciguatera es una forma común de intoxicación alimentaria por ingesta de peces que se alimentan o habitan en los arrecifes coralinos.

Era domingo de Pascua, así que los pocos servicios que tiene la isla estaban cerrados y sus habitantes estaban todos concentrados en la iglesia con las celebraciones de este día festivo.

Enrique, Graciela, Cristina y yo nos fuimos a pasear en dirección al faro, el capitán y Ximena fueron por su lado, Jorge en solitario y Miquel se quedó en el barco.

El pueblo está situado a lo largo de una larga carretera frente al mar. En ella se encuentran las casas, algún bar, correos y el ayuntamiento y algunas pensiones. También encontramos un negocio de perlas con una decoración un tanto peculiar más parecida a un parque de atracciones que a la venta de perlas.

Al atardecer iniciamos el camino de regreso al barco siendo sorprendidos por una tormenta y obligándonos a buscar refugio.

Encontramos un embarcadero con la típica casita de madera sobre pilares metida en el mar.

Qué bonita imagen, Graci, Enrique y yo sentados sobre el suelo de madera, con las piernas colgando hacia el mar y los tiburones paseando bajo nosotros en las aguas plateadas del final del día.

El día siguiente lo dedicamos a seguir descubriendo lo que nos ofrecía Rotoava. Caminando hacia el lado contrario al faro descubrimos Le Papillote, un bar con wifi en el borde del agua y muy cerca una tienda de artesanía maravillosa escondida entre las palmeras.

Es de una pareja formada por una francesa y un polinesio. La tienda es espectacular con obras magnificas y allí mismo tienen su vivienda. Es totalmente diáfana, construida con maderas recicladas y cañas de bambú, abierta, sin ventanas ni puertas; sobre la arena y en el borde del mar.

El martes, día 23 de Abril y pasada ya la Semana Santa por fin pudimos realizar la compra en el supermercado que volvía a abrir sus puertas tras los días festivos. El horario es de 5h a 12h y de 15h a 17h así que a primera hora allí estábamos.

No recuerdo si he comentado en algún post anterior que aquí en la Polinesia amanece muy temprano por lo que nuestra vida diaria empieza a las 6h de la mañana, a las 12-12.30h comemos y a las 7h de la tarde, ya de noche, cenamos. A las 11h como muy tarde nos podemos acostar alguna noche excepcionalmente pero normalmente sobre las 10h ya estamos en la cama excepto algunos miembros de la tripulación que a las 20h ya se van a dormir.

El día 23 de Abril en Cataluña es la Diada de Sant Jordi donde existe la bonita tradición de regalarse una rosa y un libro. Desde aquí me acorde de este bonito y floreado día que tantas veces he pasado en mi ciudad.

Tras la compra en el super llevamos los víveres al barco con la zodiac, que por cierto sigue sin funcionar bien el motor y nos da muchos problemas a la hora de arrancarlo, así que en algunas ocasiones hemos tenido que utilizar los remos.

Después volvimos a ese magnífico embarcadero que habíamos descubierto el atardecer anterior. Visto de día era todavía más espectacular si cabe. Con una pequeña playita en la que nos bañamos. Avanzamos hasta Le papillote y tomamos una botella de vino blanco fresquita contemplando los tiburones pasar. Graci se fue a comer al barco pero Enrique, Cristina y yo continuamos allí charlando, comiendo y bebiendo.

Cuando faltaban un par de horas para el atardecer decidimos continuar el camino y descubrimos un pequeño resort de cabañas en una magnifica playa. Estuvimos bañándonos bajo la lluvia, ya que tuvimos una pequeña tormenta. Ya al atardecer conocimos a una pareja de franceses muy simpáticos, Elodi y Guilles, que salieron de su cabaña para bañarse en la plata mientras se ponía el sol y a los cuales les hicimos mucha gracia ya que veían como nos divertíamos. Terminamos hablando con ellos y tomando una cerveza que muy amablemente Guilles consiguió en el bar del resort. Ya al caer la tarde llegaron hasta allí el resto del grupo. Juntos abandonamos el hotel y mientras la mitad del grupo se quedó a cenar en el restaurante del resort, Graci, Miquel, Enrique y yo volvimos al barco donde disfrutamos de la cena con una agradable y tranquila conversación.

Cuando en el barco somos tripulaciones de tantas personas se agradecen los momentos en los que puedes disfrutar de silencios, tranquilidad y espacio.

Al día siguiente cuando nos levantamos Enrique se dio cuenta de que había perdido su cartera. Fuimos a la tienda de artesanía que habíamos visitado el día anterior, también al bar donde pasamos el día pero en ninguno de los lugares la habían encontrado. En Le Papillone nos quedamos conectados a internet y tomando una coca cola cuando de repente escuchamos una voz que provenía del mar y vemos a Elodi y Guilles en unas piraguas haciéndonos señas. Nos buscaban para decirnos que habían encontrado la cartera de Enrique en la playa del resort y que habían ido por todos los veleros azules que vieron hasta dar con el nuestro y habían dejado allí su cartera. En agradecimiento les invitamos a que se sentaran con nosotros a tomar un aperitivo y nos despedimos, esta vez definitivamente no sin antes agradecer lo amables que habían sido con nosotros la tarde anterior y esa misma mañana.

Esa misma mañana también era el cumpleaños de Graciela, la compañera ideal de este viaje. Una señora guapísima, inteligente, divertida, super activa y cariñosa que ha cumplido 72 años en este paraíso. Viaja con su amigo Miquel, un señor también encantador.

Las poquitas tiendas que hay estaban cerradas así que Enrique y yo tuvimos que improvisar su regalo ya que no teníamos muchas opciones. En el super de la gasolinera encontramos aceites y bronceadores hechos con los aromas de las flores más típicas de aquí y junto con una piruleta en forma de corazón ese fue nuestro regalo.

A media mañana levantábamos el ancla y zarpábamos para dirigirnos a Tetamanu, al sur de la laguna, a unas 30 millas.

El cumple de Graci lo celebramos con un pollo con leche de coco delicioso que preparo Miquel, excelente cocinero y dos botellas de vino tinto y un licor que ella compro para invitarnos.

A primera hora de la tarde fondeamos y bajamos a tierra, aunque el lugar donde desembarcamos era propiedad privada y no tardó en aparecer un señor nada amable para avisarnos de que allí no podíamos estar.

Los motus no estaban conectados así que Enrique, Graciela, Cristina y yo nos pasamos unas horas pasando de uno a otro con mucho esfuerzo ya que había marea entrante del océano a la laguna y la corriente era muy fuerte. Además el fondo era de coral y con muchos cortantes e íbamos con un calzado no adecuado

Por fin llegamos hasta una zona donde había unas cabañas que parecían estar ocupadas y otras que estaban restaurando y desde donde salía un puente de madera que unía este motu al más grande donde estaba instalado el pueblo. Allí nos encontramos con el capitán y Ximena que venían de pasear y ya habían descubierto lo que minutos más tarde veríamos nosotros.

Wow…no tengo palabras para poder transmitir con exactitud mi primera visión del paraíso.

El lugar más bonito de los visitados hasta ahora en este viaje.

Andando por un camino empiezan a aparecer cabañas sobre pilares en el mar conectadas por puentes de madera, sobre aguas verdaderamente cristalinas, totalmente transparentes y en ellas decenas de tiburones nadando plácidamente excitándose puntualmente cuando desde la cocina de una de las cabañas una nativa iba lanzando restos de comida mientras preparaba la cena.

Nos quedamos sin palabras ante este espectáculo. Nos sentamos en uno de los puentes con los pies colgando a un palmo del agua para observarles. Enrique se metió en el agua con ellos pero le ignoraron. Ellos seguían nadando sin tan siquiera reparar en su presencia y junto a ellos otros pececillos pequeños.

Allí, en una casita sobre el mar, rodeados de tiburones inofensivos y con esas edificaciones tan típicas de la Polinesia, vimos el atardecer siendo conscientes de lo afortunados que somos.

Anocheció y regresamos al barco no sin cierta preocupación ya que el motor de la zodiac no funciona bien y estábamos bastante lejos del barco y con una noche muy oscura. La luna esta en decreciente y sale muy tarde.

A la mañana siguiente de nuevo levantamos el ancla y cambiamos de fondeo. Nos trasladamos a una bonita playa donde una señora nativa de aquí tiene un restaurante y cocina platos típicos de aquí con atún y cerdo asado.

Por la mañana estuve en la playa con Graciela, en el borde del mar hablando y haciendo snorkel, que a ella le encanta. El capi y Ximena se habían ido por su lado y Enrique y Cris se habían ido a pasear por la playa. Al mediodía nos encontramos, regresamos al barco, comimos temprano y el capitán se fue a bucear por tercera vez en estos días que estamos aquí. Le habían recomendado este sitio bueno.

Cuando regreso volvimos a bajar a la playa pero esta vez ya de noche. Nos esperaban unos catalanes que están haciendo la ARC con un trimarán muy chulo que conocimos en el anterior fondeo y nos recomendaron este. Cenamos con ellos.

Yo en lugar de cerdo comí un atún delicioso. Los catalanes habían tenido ciguatera por comer algún pescado que no debían y nos explicaron que se lo habían pasado bastante mal. Ahora estaban ya recuperados pero no podían comer ningún pescado ni beber alcohol ya que esto parece que les hacía volver a tener los síntomas.

A la mañana siguiente teníamos pensado después de comer irnos hacia Rangiroa, pero tuvimos que cambiar nuestros planes precipitadamente.

Los catalanes nos anunciaron que ellos se iban inmediatamente hacia Tahití ya que habían mirado la meteo y se anunciaba la llegada inminente del Maramu, un viento muy fuerte y muy temido.

La suerte nos acompaña y se van cruzando en nuestro camino personas que nos guían y nos ayudan porque nuestro capitán no pudo mirar el parte meteorológico ya que en el barco no tenemos internet.

El Ais solo funcionó hasta el Caribe y para las navegaciones y funcionamos con el Navionics del teléfono del capitán y el resto de los tripulantes vamos mirando las rutas por la Tablet de alguno de los tripulantes que tenga el programa.

Así pues se acabaron las Tuamotu. Este paraíso de la Polinesia del que no hemos podido disfrutar.

Cuando salimos de Marquesas y siguiendo una ruta lógica deberíamos haber ido a Fakarava primero en lugar de a Ahe. Nosotros fuimos a Ahe, que estaba ya pasado Fakarava. Perdimos unos días para acabar retrocediendo e ir a Fakarava.

Insisto en que para viajar por estos lugares hace falta un derrotero que es donde se encuentra toda la información.

El desplazamiento en barco de un lugar a otro requiere de muchas horas e incluso días y hay que optimizar mucho para poder aprovechar el tiempo bien y que te permita visitar los lugares más bonitos e importantes.

Las condiciones meteorológicas no se pueden controlar. Nos vamos a Tahití.

Las Islas de la Sociedad, será el último paraíso que visitaremos de Polinesia.






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