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WEST ISLAND ... RESERVA MARINA DE ASHMORE.


Dos días en el paraíso.

Sábado 17 de agosto:

Llegamos a WEST ISLAND y a la reserva marina de ASHMORE, Australia.

Soy consciente de que todos los lugares me parecen paraísos pero sin duda este es el lugar más puro y autentico de cuantos he visitado. Un lugar donde apenas llega nadie.

West Island y la reserva marina de Ashmore se encuentra en las coordenadas 12º14.327’S – 122º58.919’E.

Al llegar nos recibe el barco de la Border Force australiana que durante nuestra estancia por este país nos han ido vigilando y protegido. Nos dan la bienvenida junto con la explicación y un dossier de esta reserva marina y nos indican donde podemos fondear.

Estamos completamente solos en este paraíso del que un 99 por ciento de la población mundial no ha oído hablar ni sabe que existe y al que seguramente poquísimas personas en el mundo tenemos la fortuna de visitar. Me siento una autentica privilegiada.

El color de sus aguas es imposible de describir y va cambiando con las diferentes luces del día. A nuestra llegada nos recibe una tortuga que nada en estas aguas de color azul y que unos metros más allá, de repente se corta para convertirse en un azul turquesa o quizás azul cielo. Si miras un poquito más lejos se divisa la espuma blanca de las olas que rompen en el arrecife.

En estas aguas nadan unas 11 mil tortugas, hay 136 tipos de esponjas diferentes, 433 tipos de moluscos, 286 tipos de crustáceos, 192 tipos de erizos y estrellas de mar, 650 tipos diferentes de peces y unas 40 mil serpientes marinas.

En la isla viven entre 35 mil y 50 mil pájaros marinos y hay 255 especies de corales.

Sin duda un auténtico paraíso.

La marea baja 3 metros así que a nuestra llegada estábamos fondeados a unos 300 metros de la playa de la isla y a medida que ha ido bajando la marea la arena de la playa aparecía mas cerca del barco.

En medio aparecía dibujada una pequeña lengua de mar que con el paso de las horas y la bajada de marea se ha convertido en una inmensa extensión de arena unida a la isla.

Las rocas que permanecían hundidas han emergido a la superficie cambiando por completo el paisaje.

Ya cerca del atardecer el verde intenso que nos recibió ha ido perdiendo su potencia hasta desaparecer y desdibujarse esa línea que marcaban el azul y el turquesa a nuestra llegada.

Una increíble puesta de sol, sin nubes, a echo caer a un inmenso sol rojo al mar y tras esconderse el cielo ha cambiado sus color a la vez que el agua se convertía en plata.

No acierto a explicar con exactitud tantísima belleza y tantísimos paisajes con distintas tonalidades de un mismo lugar.

En el cielo los pájaros vuelan de día y de noche. Cantan sin descanso. En ocasiones se posan en el mar y se dejan balancear por su movimiento. En la oscuridad de la noche se pueden sentir sus alas pasando cerca de uno.

Domingo 18 de Agosto.

Pasear por tierra es andar por donde nunca nadie pisó, ya que acaba de emerger debido a la bajada de la marea y nunca jamás nadie volverá a pisar donde yo pisé, ya que de nuevo la marea tapará esa arena.

Se abre ante mí un paisaje imposible de describir ni de observar a través de una fotografía. Impresionante de verdad. Su belleza te deja sin palabras y abrumada.

Mires hacia donde mires ves un paisaje espectacular, único e irrepetible.

Solo poner un pie en la lengua de arena que acaba de formarse se dibujan en ella surcos con preciosas formas. Los pájaros vienen a recibirme volando sobre mi cabeza e incluso acercándose tanto a mí que creo que se posaran en ella.

Son confiados ya que han tenido la fortuna de nacer en un lugar protegido, sin peligro para ellos.

A medida que voy andando la marea va bajando más abriéndome camino. En él aparecen cangrejos y enormes caracoles de mar con llamativos colores y los dibujos en la arena se van creando con diferentes formas. Algunos forman grandes surcos y en su interior queda unos centímetros de agua totalmente transparente que brilla con los rayos del sol.

Rastros de animales, pisadas de pájaro, el agua y la brisa dibujan este paraíso. Cada día es un nuevo cuadro.

Camino lentamente para no perderme ni un detalle. No puedo evitar pararme y observar todo lo que a mí alrededor está ocurriendo, tomando más consciencia aun de lo bello que es el mundo.

Pienso en mi familia y en cómo me gustaría poderles haber enseñado todo esto que yo veo.

Que privilegio.

Paso largo tiempo andando hasta llegar a la isla.

En ella me encuentro el naufragio de un barco ya prácticamente sin estructura. En él los pájaros descansan.

Por fin me adentro en la isla y el espectáculo se supera.

Cientos de ermitaños en la orilla caminan todos juntos hacia el Este bajo los rayos de un sol que ya está bajando.

En el interior de la isla cientos de pájaros vuelan cantando y provocando una música casi ensordecedora.

El mar sigue dibujando formas.

Soy consciente de que probablemente nunca más en mi vida veré algo igual.

De regreso a la dingui el paisaje va cambiando y también los colores para dar paso a un impresionante atardecer.

Un sol perfectamente redondo y rojo va descendiendo en el horizonte para colarse en el mar y con el llegan los cambios de colores del mar convirtiéndose en plata y confundiéndose en algunos puntos con el cielo sin poderse diferenciar la raya del horizonte.

Entra la noche y con ella salen las estrellas. Miles de lucecitas brillan en el cielo donde se divisa perfectamente la vía láctea. Presidiendo este cielo está mi querida cruz del sur que me acompaña cada noche desde hace ya 7 meses cuando cambié de hemisferio.

Solo he de esperar un par de horas para ver aparecer la luna. Sale por el horizonte vestida de rojo y va ascendiendo en el cielo hasta convertirse en blanca.

Hoy empieza a decrecer tras habernos regalado 3 noches mágicas en las que se ha lucido en todo su esplendor.

Mañana por la mañana cuando vuelva a salir el sol zarparemos dejando atrás este espectacular rincón del planeta donde he visto lo que jamás vi antes ni probablemente volveré a ver.

Sin duda alguna he estado en el paraíso.

Ponemos rumbo a Lombok, Indonesia.


Reflexión:

Aquí, en este mágico lugar del mundo, perdido entre el mar de Timor y el océano índico y a pocas millas de Indonesia pienso en lo privilegiada que soy, pero que si tuviera la oportunidad de poder volver a dar la vuelta al mundo, sin ninguna duda lo haría en un barco particular con amigos, quizás con alguien especial o con amantes del mar con las mismas inquietudes que uno, con los que poder observar en silencio la magia que este y otros lugares ofrecen.

Poder compartir estas experiencias tan impresionantes, los sentimientos tan espirituales que estos lugares te hacen sentir.

Poder escuchar en silencio el sonido de esas olas que rompen en el arrecife, mirar sin hablar todo lo que nos rodea, ver, observar…Mirar este cielo que hoy brilla con esa magnífica luna llena y esa infinidad de estrellas.

Escuchar el volar y el cantar de los pájaros…sin voces….

Escuchar el sonido de la vida que aquí transcurre sin más.

Navegar es una elección de vida.

Solo cuando todos duermen se puede sentir ese silencio y esa paz en un barco de chárter.



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