top of page

FATU HIVA Islas Marquesas Polinesia

  • Foto del escritor: LAURA
    LAURA
  • 8 abr 2019
  • 9 Min. de lectura



El jueves 21 de marzo, llegamos de noche a la bahía de Hanavave, en la isla de Fatu hiva.. Fondeamos en la más absoluta oscuridad. Preparamos el atún que habíamos pescado unas horas antes y cenamos intentando adivinar como seria ese lugar del que en ese momento solo podíamos vislumbrar las sombras de las montañas que nos rodeaban. Fue avanzando la noche y la luna apareció iluminando la cala en la que nos encontrábamos. A lo lejos escuchábamos el sonido de los tambores y veíamos unas luces tenues. No sería hasta la mañana cuando descubriríamos la belleza de este lugar.

Nunca olvidare cuando a la mañana siguiente desperté, entré en el baño a la lavarme los dientes y al levantar la vista y mirar a través de la escotilla tuve la primera visión de esta maravillosa isla. Me parecía increíble tener el privilegio de estar en uno de los lugares más remotos y bellos del mundo.

Salí a la cubierta del barco y ante mí se levantaban enormes montañas con formas increíbles, con un verde espectacular y una vegetación exuberante. No hay palabras para describir este paraíso. Es tal y como lo esperaba…mejor si cabe. La Polinesia no me defraudaba.

Recuerdo haber descubierto este lugar a través de libros cuando era pequeña. Desde la primera foto que vi de este alejado país siempre soñé con llegar a él, siempre decía que no me moriría sin estar aquí y conocerlo y aquí estaba yo…cumpliendo un sueño que me ha costado muchísimo trabajo alcanzar.

Era temprano, hacía apenas una hora que había amanecido y sobre las cumbres de estas altísimas y verdes montañas se dibujaba una niebla blanca que las hacían más mágicas.

Piedras gigantes con formas de caras, palmeras mezcladas con árboles frutales, el agua del mar rompiendo contra el borde de la montaña…Un paisaje verdaderamente mágico.

Tras desayunar bajamos a tierra con el zodiac hacia una especie de pantalán de piedras instalado en un lado de la bahía. Allí mismo en este pequeño embarcadero hay una fuente alta que sirve como ducha de agua dulce y en ella hemos podido cargar bidones de agua, lavar la ropa o ducharnos como hacen los lugareños. Nos adentramos andando en el pueblo por la carretera principal. Casitas de construcción muy sencilla con techos de uralita, árboles frutales en todas las casas y grandes coches, todos 4x4 de la marca Toyota, necesarios para vivir en este lugar.

Llegamos a una pequeña tienda de comestibles y allí nos informaron de que solo aceptaban moneda local, lo que nosotros no teníamos todavía. Nos advirtieron que en este pueblecito no había ningún lugar para cambiar. Deberíamos ir al otro lado de la isla donde está la otra ciudad, un poco más grande y donde podríamos cambiar dinero y encontraríamos productos que aquí no venden, como cualquier bebida con alcohol.

Aquí solo hay esta pequeña tiendecita, una oficina de La Poste, que es el correo francés la Mairie, que es el ayuntamiento, una iglesia y una escuela, en la que al pasar frente a su puerta vi allí tumbadas las bicicletas de sus pequeños alumnos.

En seguida sientes en el ambiente y al ver a sus ciudadanos como es la vida aquí.

Entre estas montañas la vida transcurre tranquila, a su ritmo sin estrés, en la calle, son una gran familia, pero realmente familia, porque uno es el primo del otro o el hijo de…o el tío de…

Tras esta primera expedición volvimos al barco con la información. En la cala estábamos fondeados tres veleros. Unos franceses que al pasar a saludarnos corroboraron lo que habíamos averiguado referente a la moneda y un suizo joven que muy amable se acercó a darnos la bienvenida con un pomelo.

Este último nos explicó que era mecánico de barcos y así se ganaba la vida mientras viajaba. Llevaba cuatro años ya junto a su pareja por la Polinesia. Verdaderamente para nosotros fue genial conocerlo ya que pudo solucionarnos el problema del alternador que nos tenía sin neveras, pasando incomodidades y que no tenía visos de arreglarse hasta dentro de veinte días más o menos que embarcaba el nuevo grupo y una de las tripulantes iba a hacer el favor al capitán de traerle el alternador.

Por la tarde fui a pasear por el bosque para descubrir altísimas palmeras, centenares de plataneros y otros árboles con otros frutos, flores preciosas y animales que andaban por allí.

Por la mañana en la montaña que tenemos junto al barco se escuchaba el sonido de cabras y al asomarme allí estaban, un grupo muy grande de cabras salvajes corriendo. Una imagen espectacular.

Por las calles del pueblo corren los gallos, gallinas y sus crías.

El mar está lleno de peces raya, mantas y delfines que nadan alrededor del barco.

El pueblo estaba de fiesta celebrando el día internacional de la mujer con diferentes actos durante todo el fin de semana, así que ese mismo día montaron una especie de mercado artesanal los habitantes de este pueblo y algunos del otro pueblo que hay en la isla y se desplazaron hasta aquí. Llegaba un barco grande por unas horas, cosa que a nosotros nos decepciono bastante, pero los habitantes nos contaron que para ellos suponía grandes ingresos. Muchos de los que aquí viven se dedican a la artesanía. Hacen colgantes, pendientes, Tapas, Tikis y aceites aromáticos, etc… Estuvimos por esta feria y también en unas demostraciones de como realizan esos aceites de manera tradicional y artesanal con coco y también de cómo hacen las Tapas.

Por la noche acabamos en la puerta de la sala polivalente que tienen al lado de un campo de futbol y de la iglesia, donde se realizan los eventos, en este caso celebraban una cena con bailes tradicionales, por eso la noche anterior cuando llegamos escuchábamos el sonido de los tambores. Estaban ensañando. Allí en la puerta estaban sentadas tres mujeres esperando que otras personas llegaran otras personas y una de ellas con un ukelele empezó a tocar. Poco a poco se fueron incorporando a la melodía las voces de sus compañeras formando hipnotizadores cantos polinesios. Fueron llegando algunos hombres con guitarras y otros con tambores y en un momento en la puerta de la sala se formó un grupo improvisado de músicos que me integraron en esta isla con su música. Qué momento tan especial.

El Sábado con Fernando, el capitán, nos fuimos en busca de una cascada que hay en la isla. No sabíamos muy bien el camino así que siguiendo unas indicaciones que nos habían explicado intentamos encontrarla aunque sin éxito pero sin importarnos mucho ya que los caminos por los que anduvimos eran espectaculares. Estuvimos andando mucho rato, subiendo la montaña y al pararnos en una pradera para decidir qué camino cogíamos vimos en la montaña de al lado un incendio. Aquí suelen quemar los cocos en la montaña. Cuando paseas por ella vas viendo zonas pequeñas quemadas y al lado cocos, pero esto parecía algo más que una quema de cocos. El sonido era de fuego grande y a primera vista nos parecía que subía ya mucho la montaña. Empezamos a bajar para buscar otro camino que nos llevara a la cascada y aunque no veíamos el fuego lo escuchábamos cada vez más cerca y más fuerte. Finalmente decidimos salir de la montaña y bajar y a medida que íbamos descendiendo íbamos viendo que el fuego avanzaba muy rápido hacia la cima de la montaña.

Ya desde abajo paramos en un par de casas a hablar con los lugareños y ya alguno tenía consciencia de que a la persona que había quemado los cocos se le había ido de las manos.

Fueron transcurriendo las horas y el incendio cada vez crecía más. Además en esta zona el viento es muy fuerte y es permanente.

Por la tarde vinieron a invitarnos a tomar una copa en su barco un enorme y precioso velero participante en la regata ARC que había fondeado cerca de nosotros. A las 6.30h acudimos a la cita y como presente les llevamos medio pescado que acabábamos de comprar a un pescador que llegaba de pescar, de unos 8 kgs. y frutas.

Espectacular el barco “NiKiita” y espectacular la tripulación que en él viajan.

Los dueños del barco eran un matrimonio de unos 60 y pico años, el inglés y ella búlgara. De tripulación llevaban a un patrón español de Madrid llamado Sergio, al que desde aquí mando un saludo y le doy las gracias por su ayuda, (él sabrá porque) y su mujer, una chica brasileña que trabaja como cocinera y mantenimiento del barco. Otro patrón profesional belga y luego dos tripulantes más, un francés y un inglés que compartían gastos.

Nos enseñaron el barco por dentro y evidentemente ese barco juega en otra liga. Impresionantes los camarotes, tanto el del armador como el resto, los baños y la cocina exactamente igual que los de una casa, el salón gigante y la decoración maravillosa. El barco tiene dos años, 20 metros de eslora y una manga muy ancha. La bañera del barco central muy grande y funcional. Cenamos en los sofás y mesa de la bañera 12 personas muy cómodas y espaciados. Espectacular la cubierta de teca y toda la tecnología que lleva.

Tras la copa que nos ofrecieron fuimos invitados a cenar sin poder rechazar dicha invitación así que allí pasamos unas horas muy agradables en una excelente compañía.

Que diferente es un barco en el que todos los tripulantes están dando la vuelta al mundo compartiendo esta experiencia. Que relajado es el ambiente, que talante el de esas personas y que unión más chula. El barco super equipado y preparado.

Tras la cena nos despedimos agradeciendo muchísimo la invitación y nos marchamos al pueblo. La cena de esa noche se había suspendido ya que con el paso de las horas y el viento incesante el fuego de había esparcido por muchas de las montañas y ya todo el mundo, a su manera empezaba a estar un poco preocupado. Por allí estuvimos hablando con algunos lugareños que decían que esto era feo y no tenía que pasar pero no os penséis que estaban estresados, ellos confiaban en que no llegaría hasta las casas, pero cada vez ardía más y más rápido.

Cuando regresamos al barco, desde un poco de distancia y una buena perspectiva de las montañas vimos y fuimos conscientes de la gravedad del asunto.

Pasamos unas horas de impotencia y angustia viendo como ardía esta maravillosa isla ante nosotros y con llamas impresionantes quemando todo lo que se encontraba a su paso nos fuimos a dormir desolados y esperando levantarnos sin que el pueblo fuera tragado por las llamas.

A la mañana siguiente nos levantamos con humo y pequeños focos de fuego en las montañas aún, pero afortunadamente ya no ardían las montañas. A lo largo del día se fueron apagando y entrada la noche aparentemente todo había vuelto a la normalidad.

Estas islas no tienen puertos por lo que cargar agua dulce en los tanques del barco o encontrar una lavandería es imposible así que aprovechando que esta bahía tiene un grifo público en el puerto, hemos lavado la ropa en ella, cargado garrafas para cargar un tanque de agua del barco y botellas para beber.

Fatu hiva, este pequeño paraíso de las Marquesas es la primera isla donde pisan tierra todos los veleros procedentes de Galápagos, el punto más cercano con una distancia de 3000 millas náuticas.

Tras tres días en Hanavave, levantamos el ancla y nos fuimos a Omoa, el otro fondeo que hay en esta isla con un pequeño pueblo también. Este pequeño poblado es más elegante que Hanavave. Las casas están mejor construidas y el nivel cultural de sus habitantes es superior. Hay un supermercado con más variedad de alimentos y en este lado de la isla si venden alcohol aunque no se puede consumir en la vía pública.

Ahí contactamos con un tatuador del que nos habían hablado y a la mañana siguiente de nuestra llegada fui a tatuarme la “tortuga polinesia” que es la que ofrece protección a los viajeros, a los navegantes, con motivos del mar, la sirena y los tikis protectores, el universo, las estrellas…Cada motivo que hay en el tatuaje tiene un significado.

Al día siguiente fueron el capitán que también se tatuó una tortuga y Enrique que se tatuó un guerrero polinesio.

Dos noches pasamos en la bahía de Omoa y regresamos a la bahía de Hanavave a pasar la última noche antes de abandonar definitivamente Fatu hiva.

Esta última noche estuvimos paseando por el pueblo y despidiéndonos de los amigos que aquí hemos hecho. En la bahía la última noche éramos 12 barcos fondeados porque habían llegado los barcos de la regata ARC, pero los otros días que hemos estado allí nunca éramos más de cuatro por lo que los lugareños ya nos conocían de haber pasado bastantes horas con ellos ya sea compartiendo una comida como paseando y parando en sus casas a charlar o estar con ellos hablando frente a la playa o en el grifo de agua dulce que eran los puntos de reunión.

Durante el paseo observamos que todo el pueblo había bajado al anochecer al muelle y que allí había muchos sacos de coco para hacer aceite correctamente etiquetado y listo para ser enviados a Tahití, así como otra serie de productos.

Jean Marc, un lugareño con el que hicimos más amistad, nos explicó que esa noche venia el barco de Tahití con todas las provisiones que ellos necesitaban. Este barco llegaba cada 15 días.

Ya entrada la noche fondeó el carguero en la bahía detrás de todos los barcos que allí estábamos y con una barca auxiliar fue llevando hasta el muelle de la bahía los productos que esperaban. Entre ellos había una barca para pescar.

La mañana del 28 de Marzo abandonamos Fatu hiva dejando atrás la impresionante y bella bahía de Hanavave tras pasar una semana en la isla de Fatu hiva, la primera de las Marquesas a la que llegamos tras cruzar el Pacífico.



 
 
 

Comentários


Não é mais possível comentar esta publicação. Contate o proprietário do site para mais informações.
bottom of page